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El mando a distancia nos permitía cambiar de canal con facilidad transmitiéndonos sensaciones de libre elección. Pero ahora se trata de introducirnos en la pantalla.

Somos comentaristas para que nunca dudemos de que somos los dueños del juego. Y sí, puede que castigar al influencer por el mínimo error o cancelar a alguien por un comportamiento poco ético, se parezca un poco a tener poder. Pero no es poder cuando se utiliza el discurso de falso colectivo que nos venden. Ese discursillo de "romper fronteras” o de “tu opinión importa”. Sin embargo, cuando nos sorprende el grado de abandono que sacude a una parte de la población o la alerta de contaminación que aumenta en la Tierra, lo achacamos al tamaño ingestionable del planeta o a la ineptitud política. Vamos, el caso es echar balones fuera cuando tenemos parte de responsabilidad. 

Seré clara: de ser real la exposición y no una impostura, la imagen resultante sería de un dolor insoportable. Pero si dejas la amargura de la vida fuera del autorretrato, provocarás la envidia o apuntarás a otro con el dedo.

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